terça-feira, 22 de janeiro de 2019

El Príncipe azul .

Cuando era pequeña, soñaba con el príncipe encantador que todo cuento te pinta.
Recuerdo muy bien que había días en los cuales no comía para verme delgada y también me maquillaba toda la cara para que, el príncipe azul, no viera ni una sola peca o grano. Cuando algún vato, disfrazado de héroe o de aquel príncipe, me besaba, juraba que mi sueño se había realizado; sin embargo, todos eran piratas y en cualquier momento se les caía la pintura y el disfraz les quedaba grande.
Al no encontrar aquel ser increíble con quien anhelaba tanto, mi corazón y mi mente me empezaban a molestar: "jamás lo vas a encontrar"; "nadie te va querer"; "hasta crees eso". Era muy doloroso todo insulto de mí hacia mí.
Pero, en una mañana soleada y callada, aquella tristeza desapareció; se esfumó.
Mi primera impresión fue sentir mi cuerpo liviano y la atmósfera era muy diferente.
Fui corriendo al baño para ver si no tenía varicela o si algo me había pasado y, al mirarme en el espejo que se encuentra colgado en la delgada pared, vi al amor de mi vida. Sí, a ese amor que tanta falta me hacía.
Mi corazón gritaba dando gracias y una que otra lágrima enjugaba mis mejillas pálidas.
En verdad no lo podía creer al principio; ¿A caso era yo mi Príncipe azul? Le conté a mis amigas y pensaron que me había drogado; le conté a mis padres y me tomaron de loca. Me conté a mi misma y me agradecí con toda el alma.
Al irme a la cama ese mismo día, en mi mente nadaba el pensamiento de que no  es necesario estar con alguien a la fuerza; mientras tú te ames tal cual como eres, ya tienes la batalla ganada.
Desde ese momento hasta hoy en día me sigo amando y cada vez con más fuerza.

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